martes, 26 de febrero de 2008

Parangón de la vicisitud elemental.



En estos días de combates políticos, de entrañables acusicas, donde todo parece mirarse con lupa y de rebote el miedo se hace algo más patente en la sociedad, incluso mas palpable que la propia ansiedad, me parece acertado aventurarme en un ansioso proyecto. Lo siento pero entre el veneno y la espada, lo tengo claro, soy contrario a Lucrecia.

Parece que desde pequeño los retos asisten mi conciencia, todo ello, no obstante, custodiado por uno de los consejos que más marcó mi vida: "nunca creas todo lo que te digan hijo". Tal vez por tratarse de un consejo genético, o porque dilapidaba estrepitosamente la credibilidad humana y personal me hice con él, lo guardé en mi bolsillo cerebral. De ahí que caminase toda mi vida escuchando, sintiendo, de verde, sin tomar apuntes, probablemente aquello no tendría ninguna validez, pero si estaba convencido de que al ser partícipe de las cosas lo aprendería todo, por ello ansiedad y miedo se desvanecian, en parte porque jamás nos enseñaron a distinguirlas. No digo que sea el mejor camino, en absoluto; sencillamente se trata de la forma en que pulimos la llave, como la retocamos y que uso haremos de ella en un futuro.

Que Dios os bendiga.