No contaba con el olor de estas calles implacables, con su cráneo hastío y demente, con su voz que arraiga del mar, con su tiempo latente desconchando el sentir del alma solitaria. Y me aprietan sus zapatos de crio, calándome hasta las vertebras sus recuerdos como esta luz flexiblemente rara.
El crespón en memoria del silencio con su perpetuo arabesco ceñido sigue durmiendo en la puerta de casa, está casi muerto, desteñido como zócalo antiguo y con él duermen mis letras. Los cristales y su eterna lluvia deforman y enclaustran el verso. Aún así mi corazón sigue disperso, anida estrofas y se ahoga en tu cuello.
Ya de noche en piel curtida, entre párpados se embolsa el violín con tus besos, perfuma su música y aprende que no es triste el invierno. Florecen ojos de piedra mordida y existe en ellos el amarillo pálido, ictérico, en forma de copas inundadas de deseos.
Dibujos entre poetas y demás promesas.
domingo, 28 de diciembre de 2008
No es Isla Negra
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