Tras tres semanas saco la paciencia del bolsillo, más bien la desgarro como etiqueta vieja, destiñe púrpura y destempla mi pecho.
Brota la complicidad silenciosa de mis ojos, como cataratas blancas, bailando entre pestañas, pisando lágrimas.
El alboroto de mil caricias que calaron hasta los huesitos, los arañazos de simpleza, mi calma en tus rodillas, todos se destapan y salen nauseabundos en paso firme barnizando mis puños.
Apretujados cabrán entonces los hijos de los sueños en mi pieza, con los pies de mármol y las manos mojadas, dejándome hoy el lado oscuro, donde no llegan los luceros, con tal de que no vea el rastro pegajoso de mi corazón en la mesita de noche, con tal de que no oiga la lluvia en las calles estrechas.
miércoles, 8 de octubre de 2008
La estatua de hojas blancas
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5 comentarios:
qué bonito, jo, qué triste, es una historia de amor perdido??
qué sensibilidad, qué romanticismo, vaya artista.....
firmado: admirador/aaaa secrrrrrrreta
GRACIAS POR TU VISITA, BONITO BLOG, ME GUSTÓ, UN SALUDO Y UN PLACER VISITARTE, CONTINUARÉ VISITANDOTE
QUE HERMOSA...
QUE LINDO...
Pasate!
Un beso grande!
Buen texto, buen blog.
Un abrazo Gus.
Esperando nuevos posts :(
Un beso grande.
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